Los trapecistas describen cada segundo en el que dejan una vara del trapecio y alcanzan la otra, como un punto muerto. En un fugaz momento están en un estado de flotación, entre el final del anterior estado y el comienzo de la nueva acción. Es en ese instante de un segundo en el que nace el nuevo salto.
Lo mismo ocurre en nuestro ser cotidiano. Cuán a menudo en una hora, en un día, en una semana nos encontramos en ese flotar entre el actuar y el no actuar, entre saber y no saber.? Aunque se trate de un susto repentino o de un duro y cerrado trato siempre hay momentos de incertidumbre, en los cuales no sabemos que viene después. Cómo reaccionamos entonces? Quizá en forma impulsiva, sin reflexionar en todas las posibilidades y consecuencias Quizás nos volvemos hacia nosotros mismos y no actuamos o ignoramos la situación. Quizás nos preocupamos y estamos inseguros sobre qué hacer o no hacer y nos volvemos locos pensando en ello.
Es igual como reaccionemos, mientras solo estemos dominados por el miedo y la angustia de poder atrapar la próxima vara del trapecio, sin haber vivido previamente el momento del no actuar, con plena atención, mientras no estamos totalmente presentes ni tampoco abiertos hacia las incontables posibilidades que se encuentran en cada situación.
Que es lo que hace tan difícil mantenernos en ese estado de incertidumbre? Para la mayoría de nosotros la sola representació
Que sucedería, si usáramos esos momentos con todas sus oportunidades y con toda nuestra atención presente nos preguntamos, ¿de qué estamos huyendo?
Que pasaría si nos permitiéramos, experimentar ese instante en profundo silencio; totalmente con el ser de aquello que se aparece, pensamientos simplemente percibidos como pensamientos y observáramos cuán fuerte es nuestra necesidad de creer o de destacar aquello que se nos muestra; aceptar la intensidad y disminución de las emociones y los constantes cambios de nuestras sensaciones corporales.
Con la simple observación y total atención de lo que es, podríamos experimentar que todo está en orden y que simplemente se trata de SER –sin buscar en el conocimiento. Sólo cuando nosotros estemos totalmente despiertos en el momento presente se nos será permitido sumergirnos en la autentica sabiduría.
Mientras no nos permitamos permanecer en el "punto muerto" nos amacaremos eternamente en la misma hamaca del trapecio ida y vuelta, y giramos con las mismas palabras, pensamientos y acciones en círculo.
Aunque cambiáramos nuestro entorno – pareja , trabajo, y forma de vida quedaría siempre el mismo balanceo. En lugar de actuar de acuerdo a la verdad del instante presente, reaccionamos siempre automáticamente, para protegernos de amenazas imaginarias. La inseguridad es difícil de sobrellevar pero es el portal de la sabiduría. Todo el tiempo en que nos sentimos inseguros tenemos la posibilidad de abrirnos. Tal como lo saben los artistas del trapecio debemos sobrevivir al punto muerto para prepararnos a una nueva posición, de esa manera podremos poco a poco aprender y adaptarnos a las nuevas condiciones en lugar de luchar contra ellas. Cuando nuestra atención deja de fijarse en el pasado y el futuro puede concentrarse en el instante. Nuestro actuar salta entonces en un espíritu abierto y flexible. Experimentamos un profundo saber, que emerge de aquello que está delante nuestro. Entonces solo debemos estirar nuestros brazos y alcanzar la barra del trapecio, cuando éste se nos acerque.
Diane Razzeto