La crisis existencial es un fuerte desarreglo de la vida, lo que estaba en su lugar (o en un lugar conocido) deja de estarlo. El rompecabezas que hasta ese momento mantenía mi sensación de coherencia como ser humano se desparrama, y yo observo, a veces con horror, todas esas piezas fuera de lugar, hechas un tiradero, sin atinar qué hacer ni por donde empezar. La persona se des-conecta básicamente de la vida, de sí misma, de los demás y del mundo. Es un movimiento centrípeto, hacia adentro, implosivo. Se recoge en sí y se aísla. No hay el para qué vivir, para qué despertar, trabajar, comunicarse, planear, etc. En esos momentos la persona ansía desaparecer, permanecer dormida, y hasta morir. Es in-capaz para sufrir su experiencia con sentido, para responder a lo que le está sucediendo. No cuenta consigo misma para vivir la situación, y, algo que me parece fundamental, no siente compasión por sí misma, antes lo contrario, hay un profundo enojo hacia sí, y frecuentemente deseo de castigarse. Esta situación la deja desamparada porque nadie puede sacarla de la crisis mas que ella misma, pero en ese momento no tiene motivación para ello.
Vivir duele –y esto no es un metáfora. Duele despertar, levantarse, estar consciente, vestirse, trabajar; duele hablar con los demás, sonreír como si no pasara nada. Cada esfuerzo por funcionar es enorme y muchas veces no se puede lograr. De otra parte, como es comprensible, la vida no brinda disfrute alguno, la alegría está cancelada, y muchas veces tocar por un instante el placer aumenta al instante siguiente el dolor. En la crisis se pierde también la esperanza, y la existencia se ve a través de lentes oscuros. Se distorsiona la percepción de la realidad, de mi mismo, del mundo, y aflora lo más negro del pesimismo.
Lo que está en la base de la crisis existencial: no contar conmigo. Sin embargo, lo que creo que hace de esta situación una verdadera crisis es que no cuento conmigo mismo para vivirla. Estoy solo, no toco mi espíritu. Vacío de mi es vacío espíritual. No hay camino aparente hacia el espíritu.
Contar conmigo mismo es la misión de mi vida. Es arduo, de subida y de bajada, pero no hay nada más importante que eso. Para estar conmigo trato de hacer lo mejor que pueda a sabiendas que muchas veces no lo voy a lograr, al menos en ese momento. Me acerco cuando trato de aceptar lo que está pasando y, por difícil que sea, reconocer que es mi realidad en ese momento. Procuro no enojarme con las circunstancias. De alguna manera busco entrever entre mis confusos sentimientos que la vida me está demandando una respuesta y que voy a hacer lo más que esté de mi parte para dársela. Lo anterior es actuar con la mayor honestidad posible, tratar de tolerar las caídas y sus dolores, pero sin descalificarme cuando mi debilidad gana la partida: no aceptar mi debilidad es una gran debilidad dice un sabio consejo judío. Me acerco a mi mismo cuando medito que merezco ser tolerante y compasivo conmigo mismo, porque la compasión, al revés que la culpa, no solo no me paraliza sino que alumbra la responsabilidad con la que tengo que actuar en ese momento crítico. Puede ser que nada de esto resuelva la crisis, pero sí me transforma como ser humano porque dignifica mi esfuerzo, independientemente de los resultados que logre.
Poder actuar con honestidad, dignidad, compasión y tolerancia, aceptando los cuestionamientos de la vida, escuchando la voz de mi sabiduría es estar en posesión de lo mejor de mi mismo, de eso a lo que llamo espíritu. Cuando cuento con él es más improbable que un sufrimiento intenso se convierta en crisis existencial, o bien, tengo más recursos para salir fortalecido de ella. Me gusta el significado de la creencia oriental de la ecuanimidad como el estado en el que puedo mantener mi centro , aun en medio del sufrimiento.
Cuando cogemos la espada de la sabiduría nos… "hacemos libres, libres respecto a todos los estados de conciencia, tal como un espejo que no rechaza nada de todo aquello que ponen delante de él, pero que no está afectado por nada de aquello que ponen delante de él, refleja todas las cosas sin ser modificado en nada, es libre respecto a todas las imágenes, de las cuales proyecta reflejos. Estas imágenes existen en el espejo, pero al mismo tiempo no existen, así son vuestros pensamientos, vuestras emociones, vuestras sensaciones, como las imágenes del espejo. Es la verdadera libertad, no rechazar nada, abrazarlo todo en un fondo de total ecuanimidad..
(Filosofía Dojo Zen)
Es una luz hacia donde focalizar mis esfuerzos.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Crisis existencial y espiritual
Publicado por
Mario Amieva Balseca