Los dos hermanos gemelos habían sido criados en el mismo hogar, por el mismo padre.
Compartían la dura experiencia de crecer bajo la tiranía, los injurias y los golpes de un padre alcohólico, autoritario e irresponsable. Frecuentemente, el padre tenía problemas con la policía.
Uno de los hermanos dejó la escuela y se convirtió en alcohólico. Se casó y actuaba como su papá con su familia, maltratándola. Apenas trabajaba y en repetidas ocasiones tenía problemas con la policía.
Una vez, le preguntaron por qué actuaba de esa manera. Él contestó:
- Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?
El otro hermano, a pesar de la misma crianza difícil, nunca dejó de estudiar. Se casó y era un esposo fiel, atento, cariñoso y había aprendido a compartir, gracias a que había sabido escuchar a sus profesores, principalmente al de matemáticas, que lo acompañó durante toda la escuela secundaria debido a que era un buen muchacho y se preocupaba por aprender todos los días un poco más. Hoy, este profesor era un anciano y su mejor amigo.
También era un buen padre, sabía darle amor a sus hijos y ponerles un límite justo. Se volvió un empresario exitoso que aportaba mucho a su comunidad, era valorado y respetado por todos, por su sentido de la justicia y el buen trato que tenía con los empleados a su cargo. Sus amigos lo buscaban porque tenía palabras de aliento y de las otras que, cargadas de sabiduría, los ayudaba a reflexionar ante un problema, la mano extendida con muy buen humor y además siempre dispuesto a invitarlos a su casa, domingo por medio, a comer los famosos asados que, felices, preparaban con su esposa.
Un domingo de esos, le preguntaron a qué atribuía el éxito que había tenido en su vida.
Él respondió:
-Con un padre y una infancia así, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?
Moraleja: No importa lo que te hicieron. Lo que importa es qué haces tú con lo que te hicieron. Y eso, lo controlas tú.
jueves, 6 de marzo de 2008
Los Dos Hermanos
Publicado por
Mario Amieva Balseca