Había una vez un niño con muy mal carácter.
Su padre le dió una bolsa de clavos y le dijo que clavara uno en la cerca del jardín cada vez que él perdiera la paciencia y se disputara con alguien.
El primer día clavó 37. Pero con el transcurso de las semanas, aprendió a controlarse y el número de clavos incrustados en la cerca disminuyó día tras día: Había descubierto que era más fácil controlarse que plantar clavos en la barrera.
Semanas después fue a ver a su padre y le dijo que durante ese día no había plantado ningún clavo. Su padre le dijo entonces que quitara un clavo de la cerca por cada día que no perdiera la paciencia.
Los días pasaron y finalmente el niño pudo decirle a su padre que había removido todos los clavos. El padre condujo a su hijo a la cerca y le dijo:
"Hijo mío, te has comportado bien, pero mira todos los huecos que hay en la cerca. Ella no será jamás como antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo que hiere o maltrata, le causas una herida como ésta."
"Tú puedes clavar un cuchillo en un hombre y después retirarlo, pero quedará siempre una herida. Sin importar cuantas veces te disculpes, la cicatriz permanecerá."
Una herida verbal hace tanto daño como una herida física.
Los amigos son joyas escasas, te hacen sonreír y te animan. Están listos para escucharte cuando lo necesitas, te sostienen y te abren el corazón.
Muéstrale a tus amigos cuanto los amas.
"Uno no vive de lo que come, sino solamente de lo que digiere. Principio tan cierto para el cuerpo, como para el espíritu." - Benjamín Franklin
viernes, 8 de junio de 2007
Clavos en la barrera
Publicado por
Mario Amieva Balseca