lunes, 25 de junio de 2007

Somos creadores ...

¿Mi cerebro tiene un sistema para crear el mundo de los sueños y otro para crear el de la vigilia? No; en términos de función cerebral, el mecanismo de los sueños no se esfuma cuando despierto. La misma corteza visual localizada en la parte trasera de mi cabeza, hace que vea un objeto -un árbol, un rostro, e! cielo en la memoria, en un sueño, en una foto o justo frente a mí. La ubicación de la actividad neuronal cambia ligeramente entre una situación y otra, por lo que puedo distinguir entre un sueño, una foto y el objeto; pero el proceso fundamental siempre es el mismo: estoy creando un árbol, un rostro o el cielo a partir de una maraña de nervios que lanzan estallidos químicos y cargas eléctricas por todo el cuerpo. Por más que me esfuerce, jamás encontraré un patrón de sustancias químicas y cargas eléctricas con forma de árbol” de rostro o de ninguna otra cosa. Todo lo que hay es una tormenta de actividad electroquímica.

Este embarazoso problema -la incapacidad de demostrar la existencia de un mundo exterior- socava la base del materialismo. Es así como llegamos al segundo misterio espiritual: no estás en el mundo; el mundo está en ti.

En el momento en que digo que el mundo entero se crea en mí, me doy cuenta de que tú podrías decir lo mismo. ¿Estoy en tu sueño, tú estás en el mío, o estamos todos atrapados en una extraña combinación de las versiones de cada uno sobre los acontecimientos? Para mí, éste no es un problema sino la esencia de la espiritualidad. Todos somos creadores. El misterio de cómo se combinan todos estos puntos de vista individuales -de modo que tu mundo y el mío armonicen- es lo que lleva a las personas a buscar respuestas espirituales. No hay duda de que la realidad está llena de conflictos, pero también de armonía. Es liberador darse cuenta de que como creadores generamos cada aspecto, bueno o malo, de nuestra experiencia. Así, cada uno es el centro de la creación.

Antiguamente, estas ideas se aceptaban de manera espontánea. Hace siglos la doctrina de la realidad única constituía el centro de la vida espiritual. El monoteísmo llamó a esta realidad única Dios; India, Brahma; China, Tao. En todos los casos, el individuo vivía dentro de esta inteligencia infinita, y sus actos constituían el diseño total de la creación. No tenía que emprender búsquedas espirituales para encontrar la realidad única: su vida estaba inmersa en ella. El creador permeaba por igual cada partícula de la creación, y la misma chispa divina animaba toda forma de vida.

En la actualidad tildamos esta perspectiva como “mística” porque trata con lo invisible. Pero si nuestros ancestros hubieran conocido el microscopio, ¿no habrían encontrado en la conducta de las células la comprobación de su misticismo? La creencia en una realidad inclusiva ubica a cada individuo en el centro de la existencia. El símbolo místico de esta situación es un círculo con un punto en el centro: el individuo (punto) es en realidad infinito (círculo). Es como la pequeña célula cuyo punto de ADN la vincula con billones de años de evolución.

Deepak Chopra -El Libro de los Secretos