sábado, 9 de junio de 2007

Un tesoro de consuelo ...

En la hermosa obra de Maeterlinck, "El pájaro azul", los niños Tyltyl y Mytil parten en busca del místico pájaro azul de la felicidad. Un hada les dice que en su camino llegarán a la Tierra de la memoria, donde al girar el diamante mágico del sombrero de Tyltyl verán a todos sus seres queridos que han partido— sus abuelos, hermanos y hermanas. "¿Pero cómo los veremos si están muertos?", pregunta Tyltyl con asombro. A lo que el hada suavemente responde: "¿cómo pueden estar muertos cuando viven en tu memoria?". Este poder de la memoria para dar inmortalidad a los que amamos ha sido reconocido con gratitud por dolientes de todos los tiempos. La muerte no nos puede robar nuestro pasado. Los días y años que compartimos, las esperanzas y aventuras, los pequeños actos de amor, las alegrías y las tristezas, forman parte de la imborrable historia humana personal. La muerte no domina donde reina el recuerdo y la memoria.

Hace muchos años un hombre sabio dijo que el que toca el alquitrán debe mancharse con él. Si esto es así, entonces también es verdad que aquel que toca lo cálido y luminoso debe llevar a su vida algo de la calidez y de la luz de su ser querido. Por ello, y a pesar del dolor de la partida, en cada corazón permanece para siempre algo que añadimos por haber tenido el privilegio de su compañía, siempre breve y, sin embargo, tan entrañable.
Marcelo Rittner