martes, 5 de febrero de 2008

El servicio a los demàs es una necesidad biològica.-

Ayudar a otras personas no es una opciòn, es una necesidad biològica.
Cada acto de bondad que hacemos por alguien reanima nuestra propia fuerza vital y la fuerza vital de la otra persona. Muchas tradiciones espirituales comparten la regla de oro: trata a los demàs como te gustarìa que te trataran a ti.

Cada vez que tendemos la mano a otra persona, bien porque decidimos hacerle un pequeño favor o porque nos sentimos impelidos a ayudarle, realizamos un acto de poder invisible que tiene profundos efectos curativos tanto sobre nosotros, como dadores, como sobre el receptor. Lo que puede empezar como un abrazo físico para trasmitir empatía a otra persona, por ejemplo, se puede convertir en una fuente de inspiración para esa persona que la ayudará a seguir adelante en un momento de desesperación y mucho después.

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Respondemos a la gente necesitada porque percibimos su dolor y su angustia, y también lo sentimos e intuimos a través de nuestro sistema energético. Nuestros siete chakras son extremadamente sensibles al campo energético de todas las personas con quienes entramos en contacto. Aunque no evaluemos conscientemente los sistemas energéticos de los demás, captamos la fatiga de un niño, la preocupación de un padre, el estrés de nuestra pareja o la decepción de un compañero de trabajo. No necesitamos adquirir el hábito de leer el sistema completo de chakras de una persona antes de dedicarle una palabra amable: actuamos siguiendo el instinto de compasión, una respuesta automática que se desencadena sin que tengamos que pensar en ello conscientemente. Elegir o responder a alguien, de hecho, es una acción mucho más consciente que tenderle la mano.

Si uno se da cuenta de que se echa para atrás cuando empieza a ayudar a alguien, deberá repasar sus centros energéticos para ver qué es lo que le impide ayudar.

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Muchas personas que dieron la espalda a alguien que necesitaba ayuda sentían que su vida podría haber sido mucho mejor si hubieran elegido actuar más compasivamente. Probablemente nos cruzamos en el camino de alguien por algún motivo: para tener la oportunidad de hacer el bien y de cumplir una parte de nuestro propósito en la vida.
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Ayudar a los demás no es sólo un ideal social, es un ideal espiritual y una necesidad espiritual. Prácticamente todas las tradiciones nos dicen que, ayudando a los demás, servimos a lo divino. Nadie puede evolucionar en conciencia de manera aislada.

Las enseñanzas místicas clásicas nos recuerdan que el proceso de Iluminación se despliega para cada uno de nosotros a lo largo de un camino que recorremos solos. Pero, en ese camino, importan todas las personas con quienes nos cruzamos. Nuestro hambriento compañero de viaje puede ser un ángel disfrazado, que pondrá a prueba nuestra naturaleza virtuosa.

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Nuestras acciones - nuestras obras - son tanto una expresión de nuestra fe - nuestra creencia en la bondad - como una expresión de nuestro amor. Cuando un budista ayuda a los enfermos o los heridos, es como si estuviera ayudando al mismo Buda, que representa a toda la humanidad. Los bodhisattvas se suelen representar con la cabeza ligeramente girada hacia atrás, como si miraran a los demás animándolos a seguir su guia. Y el Nuevo Testamento dice: "Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, cuanto necesitéis, tengáis aún sobrante para toda buena obra."

Los místicos y los santos son plenamente conscientes de Dios en su interior y en los demás. Su meta consiste en practicar esa conciencia en todo momento - en la oración, en las obras, cuando tratan con sus semejantes. De esta práctica de percepción, de despertar y de abrirnos a quienes nos rodean y a lo que nos rodea, de esta conciencia de nosotros mismos y de nuestros semejantes, nacen los actos de poder invisibles...
fragmento del libro El Poder Invisible en Acciòn, de Caroline Myss